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Victoria Barbona: Circo Romano New Age


Ella es de mi ciudad, Villa Constitución. Desde hace poco que se anima a mostrar sus escritos, más precisamente desde una antología local de hace un par de años, donde compartimos publicación. Y sin saber que escribía, la conocía por mi novia. Desde entonces es lectora del blog. Hoy se suma a estos festejos, alegrándome con su presencia, narrando un cuento con una visión y crítica muy puntual.



Circo Romano New Age

Camina por el largo y oscuro túnel y en sus pies puede sentir la vibración de la multitud que aplaude, grita, vitorea. De pronto la claridad lo enceguece, los sonidos lo aturden, sus sentimientos lo desestabilizan.
Ya está en la arena. Mira todo a su alrededor y le parece extraño. Seguramente lo hayan vendido como esclavo y ahora se encuentre en otro territorio donde las costumbres y las cosas sean diferentes a las que él conoce.
Se observa. No tiene armadura, está en cueros, apenas tapado en su parte inferior y calzado. Como sea, sabe que la lucha es a matar o morir.
¿Quién será su contrincante? ¿Un gladiador extranjero? ¿O un animal feroz y hambriento? No. Si fuese una fiera le hubiesen dado algún tipo de arma para defenderse y hacer más interesante el combate. A menos que el emperador del lugar sea tan despiadado que solo desee ver como se alimenta la bestia.
Un hondo suspiro de alivio infló su pecho cuando vio venir a su oponente, un hombre de gran tamaño y aspecto rudo. Tenía sus brazos y parte de su espalda dibujados con símbolos y escrituras desconocidas. Debía pertenecer a los pueblos del norte.
Un tercer hombre aparece en la arena, dando ciertas órdenes incomprensibles. En ese instante un sonido lo sobresalta y luego una masa uniforme de músculos se le abalanza y siente el dolor en su mandíbula. La sangre caliente brota de sus labios y nariz tras el terrible puñetazo que lo dejó de rodillas en el suelo. En una maniobra ágil logra esquivar el segundo ataque y ponerse de pie.
Rápidamente analiza la situación. No era un combate cuerpo a cuerpo como estaba acostumbrado a pelear sino una especie de danza en círculo muy lenta donde los golpes son de la cintura para arriba, preferentemente en la cabeza o el rostro para que sea más efectivo y doloroso, utilizando solo las manos que se llevan cubiertas.
Su contendiente arremete contra él. Consigue correrse pero igual lo alcanza sobre el pómulo izquierdo haciéndolo tambalear y caer.
El tercer hombre se aproxima y por fin entiende algo: está contando. Se incorpora pero no puede reaccionar.
Su visión se pone borrosa y sin fuerzas para mantenerse erecto, la sensación que experimenta es que su cráneo triplicó su volumen y está a punto de estallar. Escucha el clamor del gentío reunido a su alrededor para ver ese espectáculo tan mórbido donde un individuo mata a otro solo para entretenimiento de ellos.
Se planta otra vez en la arena para dar batalla por su vida. Elude uno, dos, tres golpes y con su puño derecho le asesta su primer impacto. Animado vuelve a golpear una vez más y otra. Su rival trastabilla y cae pero se levanta con presteza cargado de furia y lo embiste.
Con sus últimas energías intenta defenderse de la agresión mientras oye los aplausos y gritos de los espectadores que alientan a su competidor. En el fragor de la contienda lo va arrinconando hacia uno de los laterales sin dejar de pegarle. En un gesto que aparenta clemencia, cesan los golpes y el agresor se aleja dándole la espalda. De repente gira sobre sus talones y con ese impulso saca el puño derecho desde abajo con tanta violencia que ambos sienten como se quiebran los huesos de su cara.
Ese fue el golpe de gracia. Cae como un peso muerto. En sus oídos resuena el conteo hasta diez.
El árbitro le levanta el brazo al ganador y le hace entrega del cinturón de campeón mientras él convulsiona ahogado en sangre, exhalando su último hálito de vida.






1 comentario:

Netomancia dijo...

Vicky, mil gracias! Y que lindo cuento, llevando la trama de manera excelente, mostrándonos de a retazos. Fue una alegría recibir tu cuento.
Gran abrazo de mi parte y de Mariana, que me preguntaba hace unos días si habías enviado algo!